A las tres de la mañana las estrellas gimen tu nombre.
Alcohol en cada esquina de la calle.
Farolas muertas, vagan sin rumbo.
La luna cae, derritiéndose por los tejados de Argüelles.
Gritos, peleas, risas y besos. El pan de cada día en las hostias de cada noche.
El sonido del billar ensordece las pisadas de las niñas.
Cada trago de whisky es un beso en algún baño.
Cada palabra callada por la música, una flecha mal lanzada.
Y entre las sucias paredes, desesperada, busco tu sombra.
Tu sombra perdida entre tintes verdes.
Quizá tu copa ahora sea un espejo profanado.
Quizá tus palabras se ahoguen al clamor de la noche.
Quizá no debiera buscarte en las paredes del Ragnarok,
pero no sé dónde más mirar.
El olor a hierro inunda mis pulmones.
Las farolas caen, y sus cristales se hacen agua.
Estoy sola, sobria, sangrando por el pecho,
en la esquina de los bajos.
Y, entre verdes, las estrellas gimen tu nombre.