sábado, 2 de noviembre de 2013

:. Canción desesperada .:


Quizá hace unos años pudiera haber escrito los versos más tristes bajo una noche, quizá estrellada, con una sepia alma modernista, a puertas de mis propias guerras.

Quizá en esos versos hablara de espirales doradas  inundando el cielo de mis sueños, de dos mares cristalinos y opacos jueces de mi rostro esbozado, de una capa de piel sobre varios abrecartas defectuosos suplicantes por un sol pútrido, de una risa tonta producida por cualquier temblor de manos. O quizá, tiempo antes, en esos versos hablara de un mar negro sobre arena gris muerta, de cuero enroscado sobre huesos y miradas falsas, sobre el propio hipogeo de la sangre que de mi templo marchó.

 Ahora miro atrás. Miro a mis hojas llenas de garabatos y letras tachadas. Miro a mi pluma, con la punta rota de llorar tanta tinta. Miro a mi alrededor, y veo que los colores han cambiado. El viento de la noche podría cantar mientras gira en el cielo, quizá, en este momento.

Un gato negro hace blanquear las noches. Un gato negro juguetea dócilmente con un ovillo marrón claro, dividiéndolo en seis, llamado Polfuss. Y sonrío cada vez que lo veo; he sonreído durante mucho tiempo al verle día tras día con su pequeño ovillo, hasta que, mirándome, el pequeño sonríe también, moviendo los bigotes, tirándome su juguete para que lo vea. Para que lo valore. Para compartirlo, ya que tanto le gusta.
Pero algunas noches la desidia me invade, y mi alma se vuelve sepia entre las telas de mis mantas. Y pienso en versos tristes, y oigo la noche más inmensa, mientras sin quererlo busco el viento con mi canto para ver si alguien me escucha.

Y no puedo dormir, y el insomnio se apodera de la noche. Apaga las estrellas, sumiéndome en la oscuridad.

Y a lo lejos, oigo una voz cantar.

Qué raro es esto – pienso. – Pensé que los muertos no podían llorar. Quizá por noche cubiertos recuerden su pesar. Quizá sus ojos expertos se cansen de pensar. Quizá sientan desiertos de emociones al descansar.

Quizá hace unos años pudiera haber escrito los versos más tristes bajo una noche, quizá estrellada, con una sepia alma modernista, a puertas de mis propias guerras.

Y quizá esta noche sea sólo un recuerdo, un pesar. Una lágrima mal caída sobre la luna al pasar.

sábado, 26 de octubre de 2013

:. Humo .:


[ -Mis ojos siguen su melena cada vez que se aleja, sus tacones cuando maltrata al suelo, su falda cuando levanta las pasiones de la hierba. Y no puedo llorar, no puedo gritar, pues la Muerte no me deja. ]

Humo en cobre y chocolate
Recuerda tus labios suaves,
Sellados en noches graves
Tras la luna y su pudor.
Tus uñas rotas atacan 
Su propio repiqueteo
Cuando nada por deseo
Deja de lado el dolor.

Apetito está en debate
Con cada cual sus enclaves,
Entre lloros con sus llaves,
Entre ojos y color.
Las voces en alto se alzan
Contra el tono que yo empleo,
Contra el tiempo que te veo,
Contra todo su valor.

Cualquiera a quien ella trate
Olvidará miserables
Recuerdos, miles probables
En cabeza su interior.
En mis sueños su humo enfoca
La desidia que poseo,
La insomnia en la que tanteo
En cada beso de amor.

Me dirán cuando relate,
Borracha en todos jarabes,
Que son lágrimas dispares
Las que me hacen el favor.
Ya es la lección que me toca
Que al llorar yo fantaseo,
Que al llorar ya no poseo
Ni mis gritos de terror.

Pues ojalá el tiempo me diera
Elección en el porvenir.
Pues ojalá cada vez que lo viera
dejaran sus horas de mentir.

domingo, 22 de septiembre de 2013

:. Drink (Lyrics) .:


My brother and I never shared a deeper bond.
He was from Oklahoma and my home was never told.
But I can still remember all the words he said to me,
And I can’t still remember the first time I had a drink.

The lights within the city died in front its sleepy sun,
The clouds above my torments quickly tried to turn around.
But I can still remember all the sights given to me,
And I can’t still remember the first time I had a drink.

Every single day in every class I felt I’d drown
With all those silly question whose answers had never shown.
But I can still remember all the giggles behind me,
And I can’t still remember the first time I had a drink.

In my eighteenth Summer I decided to sing along
With every loss I had while I goodbye that empty home.
But I can still remember all the hands that hurt’d me,
And I can’t still remember the first time I had a drink.

I wish I was in covers of the bestest magazines,
Wealthy, rich and famous, just the dopest in the streets;
Instead of lines and needles, vodka shots to make me sleep,
‘cause I can’t still remember the first time I had a drink 

I look inside the mirror and I see I’m fully grown.
Syringes, press and money had my voice to keep going on.
But I can now look back, those memories killing me,
And I can now remember why I’d ever have a drink.

lunes, 9 de septiembre de 2013

:. Rompiendo mis reglas .:


Las grietas del suelo absorben el sudor de mis manos, de mi torso, mientras los jirones de mi camisa lo cubren para curar sus heridas.

Bajo mi cuerpo se balancea, harto de soportar golpes, de aguantar las caídas de un peso muerto, de raspar mi piel a cada intento de arrastrarme hacia los cristales de la ventana. La luz del sol prende fuego a la tela, y nace el humo. Se mueve en círculos, bailando con mi respiración, raptando a las gotas de sudor que reptan por mi piel en una fallida escapada.

Ríe, tratando de romper las vendas de mis puños, ensangrentadas con pasión y alquitrán.
Ríe, mientras mis dedos tiemblan, dejando caer algún resto de su goma y tela.
Ríe, mientras mis ojos se clavan a la luz, a los cristales, llenándose de ellos; y las lágrimas se mezclan con el sudor, 
la sangre, 
el vómito.

Mis propios dientes perforan mis labios, conteniendo un grito de socorro. Las sombras del cuarto se agrandan mientras se alejan. 
Soy incapaz de moverme. 
Soy incapaz de sentarme a abrazar mis rodillas, 
de hundir mi cara en ellas, 
de agarrarme el pelo a mechones con los sucios dedos y tirar hasta arrancarlos, 
de gemir en alto de puro dolor. 
Soy incapaz de airear la habitación. 
Ahí sigue el humo.
Riéndose de mí.
Soy incapaz de hacer nada. 

No puedo. 

No puedo.

Quieres morir.

Alzo la cabeza al oír la voz.
No es la mía.
Veo al humo dando vueltas por la habitación, y el silencio cae. 
El sudor se esconde en las grietas junto a la sangre que para de brotar. 
Mis ojos se secan. 
Mis vendas permanecen. 
Mis dientes se separan de mis labios. 

Sólo entonces parece que hay menos humo.

Ahora eso que no me mata sólo puede hacerme más fuerte

Miro a la ventana, y me arrastro hacia ella. 
El humo corre hacia mis pulmones, intentando frenarme. Intentando penetrar en mi mente, intentando poseer mi voz de nuevo de alguna manera. 

Necesito que te des prisa. No puedo esperar más. 

Los cristales se clavan en las palmas de mis manos mientras avanzo, pero no me importa. 
La sangre vuelve a salir, las náuseas retoman su camino; 
mi vista vuelve a nublarse, 
y mis dientes chirrían mientras pelean entre sí.

La voz me grita en mi propia cabeza, pero no entiendo lo que dice.

Sólo me veo alzando la mano a la ventana.

Sé lo que tengo que hacer ahora; no puedo equivocarme más.

Jirones de tela vuelven a caer mientras cierro sus puertas libres de cristales. La luz sigue pasando. El humo no se ha ido. 
Y nunca se irá. 
Sin embargo, la ventana está cerrada. Sus aspas de madera están perfectamente encajadas entre sí. Sus astillas se clavan en mi piel y absorben mi sudor, pero su dolor es soportable.

Me levanto a duras penas, apoyándome en ellas. 

La voz grita. 

Yo sonrío mientras tres punzadas penetran mi cuello.

Una sabia
Una fuerte
Una valiente.

Yo sonrío tras secarme las lágrimas con mi venda derecha, a modo de pañuelo.
Y vuelvo a sonreír al atarlo a mi muñeca, rojo como la sangre. 
Vuelvo a mirar alrededor de mí. El humo no se ha ido. La luz sigue. 
Me quito la venda izquierda y voy a por mis guantes de boxeo.
 Recojo los jirones del suelo y busco otra camiseta
. Dejo tranquilas las grietas, dejo a mi sudor vivir en ellas.

Respiro hondo mientras me coloco los guantes.

Estuve esperando toda la noche, todo lo que estuve contigo.

Esta es mi lucha. 

Gracias.

sábado, 7 de septiembre de 2013

:. Confesión de una noche añorante .:



...y no puedo recordar todas las veces que me he hecho el amor esta noche a tus expensas, saboreando cada letra de tu nombre mientras la almohada ahogaba mis labios.

Quizá fuera demasiado tarde para comenzar con los besos, o demasiado pronto como para cortar el final. No lo sabré mientras escribo estas líneas como no lo sabrás tú tras leerlas. Lo único que puedo sentir es el silencio que reina en mi cuarto, en el resto de la casa, exceptuando unos puntuales arañazos de un solitario gato. Soy el único alma presente en estas cuatro paredes, y no puedo evitar reprimir mis emociones con un mordisco en el labio.

Ojalá no fuera la única. Ojalá la razón hubiera callado para no librarte de mi abrazo.
Te necesito a mi lado en este instante; necesito que con tus uñas traces medias lunas usando mi espalda como lienzo.

Necesito que tus labios besen mis pechos mientras a mordiscos los marcas como tuyos.
Necesito que tus manos recorran sin permiso cada centímetro de mi piel, ignorando cualquiera de mis gritos.
Necesito saborear tu cuello con mi propia lengua, sentirme agarrando tu carne mientras oigo tu voz.
Necesito acariciar tu pelo, dejarlo correr entre mis dedos, mientras te arrastras en una leve risa de sorna hacia la perdición.

Quiero amarte como no lo he hecho antes - quiero agarrar tus hombros mientras mis sílabas concuerdan con cada una de tus embestidas;
Quiero sentirte cálido en mi propio calor, que hieles mis suspiros con distantes besos en mi piel, dentelladas en mis labios a punto de despellejarse en gritos.
Quiero que me sientas en ti, cada contracción que haga, cada tímido movimiento de lengua que estremezca cada nervio de tu cuerdo, cada caricia en tu espalda desnuda.

Cada arañazo, cada mordisco, cada mirada en ojos tan despiertos contra el sopor de mi placer, cada delicioso murmullo implorando tu presencia, tu tacto, tu olor.

Tus besos.

Necesito una sola palabra saliendo de tus labios en tal circo de lujuria. Necesito una sonrisa que me arranque el corazón.

Necesito que, jadeando, aferrándote a mis huesos tras pasar cada milímetro de carne con tus dedos, no me sueltes hasta que con una sonrisa vuelvas a declararte como en aquel amanecer.

Y que yo en ese momento te bese con la inocencia que por ti dejé atrás para siempre.

viernes, 30 de agosto de 2013

:. El principio del fin .:



De mi celda las paredes
No tienen por qué aguantar
Tus huellas si retrocedes,
Ni ahogado clamor chillar;
Pues por tus ojos accedes
A en olvido recordar,
A en recuerdo estar herido
Y a mi herida silenciar.
De tus labios ya ha venido
Un susurro al acallar
Todo llanto en muerte unido,
Toda vida a conocer;
Por tu mente improvisada
Cortesía a su placer,
Alabanza entrecortada
Y mojada en su poder.
Cada nota recordada,
Entre pechos de mujer;
Cada mirar tembloroso
Al no saber lo que hacer.
Pero tu instinto curioso
En fantasía ideal
Paró su gesto nervioso
Y la tela dio igual.
Labios en función marchaban
Ignorando su moral,
Ignorándose notaban
Movimiento musical
Cuando las horas pasaban
Una a una a la señal,
Cuando el tiempo en paz moría
Al encontrar vida afín;
Labios en rojo teñía
La sonrisa del carmín
Que algún día fue o sería
Destrozo de algún serrín.
Sueños en almohada rota
Sin alcohol de botellín.
Ya de amor y calor brota
El principio de su fin.

:. El roce del tiempo .:


 Y a día de hoy todavía
no comprendo
cómo cupo tanto
latido en corazón
tan pequeño.

Las agujas del reloj
marcaban el roce 
de tus manos
con su compás.

Suaves,
frías,
avanzando por cada centímetro
de piel
al ritmo del tiempo en su morir.

Cada segundo pesaba
en mi carne;
 cada caricia de tus dientes helaba
mi sangre
en su dulce infierno.

Cada uno de mis suspiros
besaba
tus gruñidos,
como nosotros al roce
del suelo
bajo mi espalda.

Cada una de tus uñas trazaba
 una media luna
en el lienzo de mi cuerpo,
y cada una de tus pestañas
apartaba el calor
de mi boca
ante la lucha
contra el instinto.

Nunca olvidaré
un solo beso tuyo
bajo las luces
de treinta ciudades,

Bajos las luces de
esos ojos,
de esa pura
cafeína.

Nunca olvidaré
una sola de tus palabras
al volver del abismo,
Al jugar como
niños
inconscientes,
como el amargo destino
de tus labios.

No podré olvidar
cada noche en vela
 ahogada por
 los sollozos
de mis falsos sueños;

La luna nunca dejó
de mirar cuando se rompió
mi tráquea,
cuando mis gritos
 suplicaban al reloj
por su compás.

Por el roce 
de tus manos.

Por el tiempo que
vive
cuando moriste
 a mi lado.

viernes, 23 de agosto de 2013

:. Luciérnagas .:


Luciérnagas, como espectadoras frente a la ventana de cristales negros. 
¿Llegó a abrirse alguna vez, aun en tiempos de azul claro y calmo? No lo sabían. Mares de tiempo habrían perdido en los últimos veranos intentando agrietar la cerradura; suspiros de insecto intentando forzarla con las maltratadas patitas, por primera vez. 
Las estrellas iluminaban su intento de crimen, observando sin interrumpir. La luna se escondía entre las nubes, haciendo oídos sordos a la naturaleza de la que nunca más se entendía.
El mar traía consigo restos de pólvora de las ciudades vecinas. Las luces que antaño brillaran en el cielo se habrían escondido para no volver, para no ayudar; para ser restos tranquilos, pero restos.
Una pata cedió. Una luciérnaga empezó a llorar mientras cristales brotaban de su herida. Las demás observaban la cerradura, con aquel trozo de miembro incrustado. Parecía una palanca mal diseñada, una pobre polea de hace dos siglos. 
A pesar de los gritos, sus compañeras agarraron a la pequeña herida, y marcharon. La luna salió de entre las nubes ante el alboroto, y las estrellas se apagaron poco a poco; nada más tendrían que hacer este verano. 
Quizá volvieran al siguiente, o quizá no.
La ventana observó indiferente aquel mustio palo que ayer sujetara un sueño.  

jueves, 18 de julio de 2013

: ... pero la quieren :


Cuando la niña era pequeña, rara vez había algo que intentara arrancarle una sonrisa, por mucho que se dijera lo contrario.
Es cierto que mamá siempre le compraba los vestidos con más flores y colores que era capaz de conseguir, al igual que es cierto que papá siempre le dejaba servir en las mesas del bar cuando de repente intentaba ayudar y que su hermano le enseñaba todos los tazos que iba consiguiendo, todas las cartas que le tocaban en los brillantes sobres de los quiscos. 
Es cierto que no se quejaba a la hora de ir a clase, pese a las malas miradas de los otros niños y a los reproches de la profesora – pese a todas las ceras de colores que misteriosamente desaparecían en manos ajenas cuando intentaba usarlas, o a los “no puedes jugar” que salían en tono burlón de esas infantiles tráqueas. 
Es cierto que nunca le importó inventarme ilusiones con tal de contentar a sus padres. A fin
de cuentas, el ser mayor quedaba demasiado lejos como para preocuparse por ello, y siempre se ponían muy contentos cuando hablaba de ser algo de lo que no tenía ni idea.

Pero vino el futuro y ¿qué fue de todo eso?

Mamá pensó que con los vestidos era suficiente, y trató de convencerle de lo que ella pensaba aunque la niña no fuera igual – los intercambios de opinión fueron en vano y los prejuicios se apoderaron de sus ojos con un ímpetu sobrehumano. ¡Es imposible que la niña crezca; siempre será igual, y siempre será tratada de la misma manera! Nunca estará sola cuando lo necesite, porque seguro que son todo tonterías que con insistencias se irán a pique. Las cosas que piense e intente comentar serán ignoradas y reprendidas, porque ninguna tiene coherencia ante los cansados oídos de una madre trabajadora. La felicidad se compra, y eso hay que agradecerlo. Nunca hay que hacer lo que no se vea bien, aunque ello signifique la realización personal, porque ¡sigue siendo una niña que no sabe nada! ¡Ya se dará cuenta en el futuro de lo que tiene que hacer, porque habrá un jefe que se lo diga, aparte de una madre que le recuerde sus errores! No hay que dejarla madurar – hay que vigilarla, hay que cuidarla, ¡nunca dejará el nido, no es seguro, no es sano! ¡No debe estar lejos de mamá! Por esto y por mucho más, la niña deberá quererla más que a nada. 

Papá pensó que ya le había dejado hacer suficientes cosas siendo niña, y cuando creció ¡la sintió muerta! Cuando era más pequeña nunca se alejaba de papá. Era dulce y cariñosa, y le daba la razón en todo porque no entendía nada, ¡como debía hacer, ya que no dejaba de ser una mujer! ¡Así le gustaba a papá! Pero ya no es la tierna flor que conocía, sino una horrenda criatura que ocupa otro cuarto más de la casa. Otra criatura que hace cosas que no quiere que haga. Si mamá no lo ve bien, ¿por qué iba a verlo papá bien? Y para que mamá descanse, hará por duplicado los deberes hogareños. Si mamá mete un grito, papá dará cuatro. Y seguirá buscando a la antigua niña hasta que su puerta se rompa de tantos golpes y su voz se quiebre ante las inútiles explicaciones. Pero, un momento. Si esa criatura se va de su lado, ¿para qué va a servir todo? No debe irse. Debe estar siempre con papá. Ya sea en cualquier cuarto de la casa, ya sea llamando, ya sea en la calle. Por esto y por mucho más, la niña deberá quererle más que a nada. 

El hermano pensó que ya le había prestado suficiente atención a la niña. Total, era pequeña. Un estorbo, un parásito. Mientras fuera así de enana, debía ignorarla y hacer su vida tanto dentro como fuera de la casa. Como si estuviera él solo. A fin de cuentas, era lo correcto – solamente él importaba. La niña ya importaría cuando tuviera algo más de edad y fuera más consciente de lo que ocurría alrededor. Ni que cualquier cosa que le pasara ahí la marcara luego. En absoluto. Sin embargo, cuando creciera, estaría solo para las risas. ¡Para eso sirven las hermanas! Si hacen algo bien, la cosa varía. Si a él también le gusta, una leve felicitación no viene mal. Pero si es ajeno a él, ¿para qué hacer brillar el acierto? ¡A criticarla! A la gente con la que se relaciona. A las cosas que hace o deja de hacer. A lo que piensa de los demás y de sí misma. ¡A criticarla! No se hundirá, no, en absoluto. Sólo se hará más fuerte. A seguir criticándola hasta que sea capaz de rebatirle lo que dices o de ignorarle. Cuanto peor se la vea, peor deben ser las críticas. Si se encierra a llorar, se llama a la puerta y se le recuerda por qué llora. Si desaparece, se la ignora, que ya volverá. Cualquier cosa, a recordarle que es imbécil, y el porqué. Por esto y por mucho más, la niña deberá quererle más que a nada. 

Y día tras día la niña perderá el color y la risa que pudo llegar a tener, y nadie sabrá la razón. Porque todos la quieren más que nada, y debería estar muy a gusto. Y al ver que ese amor familiar no es correspondido por la niña, las actitudes se remarcarán más y más, hasta que una ventana se rompa con un hilo de sangre, un olor a vómito inunde el baño, o que la puerta tenga de repente un nuevo cerrojo.

Y los nervios y la tensión teñirán las paredes de la casa, junto a una leve incomprensión.

¿Por qué pasará esto, si se la quiere más que a nada? 

lunes, 24 de junio de 2013

:.Y no pasó noche.:



No pasó noche en la que, en mi improvisada butaca de metal astillado, no llorara todo lo que perdí con el paso del tiempo, con mis propias decisiones.
No pasó noche en la que, envuelto entre los azufres de mi locura, no limpiara mis pestañas del polvo que dejaste, del polvo que murió con tus gritos.
No pasó noche en la que, quemado por la hoguera de mi boca, no crujiera mis huesos para acomodarme en mi pecado, en mi eterno dolor.
No pasó noche en la que, atacado por recuerdos del sol, no olvidara el odio que mis hermanos alzaron en mi contra, pero por tu orden clara.
No pasó noche en la que, encerrado en mis celdas de tierra y calores, no musitara tu nombre mirando a casa, suplicando tu atención una sola palabra más.

Y juro por todas las luchas que proclamé a tu salud que nunca pasó noche en la que no llorara tu pérdida. 

Que nunca hubo noche en la que mi corazón permaneciera en su sitio, en la que no tuviera que repararlo con saliva y lloros.
Que nunca un planto nacido en mi tráquea fue tan sonoro. 
Que nunca las llamas de mi pecho habían vivido tanto.

Pero eso es el pasado.

Ahora, no pasa noche en la que, sentado en mi trono de rubíes y perlas, no maldiga tu odio con el paso de los siglos, de los hechos.
Ahora, no pasa noche en la que, entre brasas y mi amado azufre, no esparza tu polvo bajo mis pies, recordando dónde debiste permanecer. 
Ahora, no pasa noche en la que, calentando mi sonrisa con la lava de mi error, no cruja mi columna entera para acurrucarme en las mayores satisfacciones.
Ahora, no pasa noche en la que, tras recibir a la luna gentilmente, recuerde todo lo que mis falsos hermanos pusieron en mi contra, todo lo que negaron.
Ahora, no pasa noche en la que, en mi personal suite de magentas y oro, no susurre tu nombre mirando al antiguo hogar, recordando tus promesas ya rotas.

Y juro por el injusto castigo al que me sometiste, por el poder que en su momento debieron haberte arrebatado, y por la fe que hace eones asesiné en lo más profundo de mi alma… que no te odio. 

Que nunca hubo noche en la que un solo rencor aflorara contra ti.
Que nunca una mala palabra te fue dirigida en mi presencia.
Que nunca la ira de mis ojos se fijó en tu nube.

Sólo juro por todas las noches que he vivido bajo almas que nunca volveré a amarte. 

domingo, 23 de junio de 2013

:. Que consejo dieran .:


Si en mis manos yo tuviera
De cristales llave, de luces incoloras,
De señales con crueles pasadas horas
Que ante vidrieras de llanto fumadoras
En verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Distinguir mi arrancado azulejo.

Si en mis manos yo tuviera
De grietas aguja, de vidrios hilos,
En venas fugaces de orgullos tranquilos
Para amores capaces por rotos filos
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Emborrar la verdad del reflejo.

Si en mis manos yo tuviera
De planto sílabas, de temblor prudencia,
Del canto mudo en baño encerrado conciencia,
De muecas borrosas por apariencia
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Desoír el grito de complejo.

Y si en mis manos yo tuviera
Más vida y menos licor en piel transparente,
Un ansia perdida del mirar de la gente,
Cansancios de hueso fuera en mi mente
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías yo pudiera
Alejar cianuro de mi espejo.

sábado, 22 de junio de 2013

:. El juego .:


Y no sé en qué momento de este profundo tormento
Afloró el pensamiento en tu cabeza,
Rota y poco amueblada,
De la reacción por pasado encadenada.
Igual de maldita que esperada,
de nada teñida y de tintes marcada,
De infame mugre muerta e impregnada,
en un solo movimiento.
De un cuerpo roto por un pesar violento,
tras un pensar atento y un besar sediento.
De un mordaz instrumento como es el
cantar contento de una voz extrañada
y hablada en un lamento.
Y no sé en qué momento de tu fugaz remordimiento
Afloró el juramento en tu pupila,
Inundada de agua fuerte y salada,
De rescatar un corazón de costumbres marcadas.
Actitud escuchada de nombre polvoriento,
Basada en cercada falta de conocimiento,
Guiada y engendrada en mero experimento.
No te echo en cara tu visión cortada
De una realidad marcada por inconsciente sufrimiento,
Ya que como sabrás por las horas contadas,
Por cada minuto besadas y firmadas con aliento,
Yo tampoco me arrepiento.

lunes, 10 de junio de 2013

:. Tu sombra .:


Cuando vuelvas en gritos tu miedo
Y en astillas tu tráquea rota,
Cuando tu hablar se quede quedo,
Yo seré tu sombra.

Cuando la noche inunde tu cielo
Y la luz en el día se esconda,
Cuando sientas de tu nube anhelo,
Yo seré tu sombra.

Cuando abraces tu almohada con fuegos
O con tu lágrima clara y roja,
Cuando tus labios queden ciegos,
Yo seré tu sombra.

Cuando maldigas la pena y fortuna
Y manen arañas por tu ropa,
Cuando de ti se esconda la luna,
Yo seré tu sombra.

Cuando supliques mordiendo la piel,
De tus dedos de uña sola,
Por una estrella que sea fiel,
Yo seré tu sombra.

Cuando gires tu ojos al techo,
Buscando grieta clara y poca,
Cuando los cierres por despecho
Yo seré tu sombra.

Cuando tu piel en témpano convertida
Asome por el pliegue y la viola,
Para que encuentre su salida
Yo seré tu sombra.

Cuando tus brazos abran temblando
Y sientas la caricia cuprosa,
Cuando en pecho los sientas callando,
Yo seré tu sombra.

Cuando tu frente mi mano roce
Y tu alma mi gota coja,
Cuando de una pase a doce,
Yo seré tu sombra.

Cuando la noche calle en calles
De amor por esquina y coma,
Cuando ojos olviden detalles,
Yo seré tu sombra. 

Y cuando respires aire muerto
Sobre mí, invisible ladrona,
Bien sabrás cómo es cierto
que yo seré tu sombra.

sábado, 1 de junio de 2013

:. Soneto (I) .:


Quizá no entendieras tú mi sonrisa,
O quizá no fuera buena expresión;
O puede que fuera tu corazón
Quien delatara tu sangre indecisa.

Relaja el pecho, y calma tu prisa,
Y a tu corbata déjame un tirón.
Deja de vigilar la habitación,
Dame tu piel al quitar tu camisa.

No finjas, niño, falsa timidez
Cuando mi muerta inocencia comparte
Esa ingrata y cobarde madurez.

Sabes que sólo es culpa mía en parte,
Culpa de niña, pequeña idiotez
Que se rebela y desvela al amarte. 

jueves, 30 de mayo de 2013

:. Diario de una realidad rota .:



En el centro de un arco capaz, la cúpula de la razón me impide la salida. No puedo acercarme a la mediatriz, no quiero morir.
Me dedicas a mí las mismas palabras que en su día me arrebataste. La cúpula sigue encerrándome, insensible, e ignora mis gritos.
Preferiste borrar lo que había pasado. 
No te culpo. No soy la mejor muñeca de la tienda. Mi porcelana se rompe impregnando las paredes de agua escarchada, y la silicona de mis ojos se derrite manchando el parqué. Mis vestidos son de restos de tela vaquera, ennegrecida por el humo. Y mis zapatitos se rompen, soltándome las piernas.
Pero yo era una muñeca real. Podías deslizar tus dedos sobre mis costuras hasta abrazarme en las noches de luna nueva, cuando los niños sedientos gritan por las calles de Madrid, buscando almas a encerrar en sus tumbas. Quizá hubiera sido el aliento a escuchar en las mañanas de hojas secas. Quizá, si el algodón dejara el frío el lado y quemara los hilos.
¿Por qué dedicaste tu tiempo a mirar un escaparate vacío con un anuncio roto y quemado?
Y me lo recordabas, mientras desenredabas mis cabellos de plástico desteñido. Me lo recordabas al visitarme a mi cárcel, con el resto de bestias de algodón. Me lo recordabas tras sonreír y jugar con las telas de mi falda. Tras la atención y las risas, hablabas de la muñeca perfecta. 
La muñeca que nunca existió.
Y ahora que fuiste a cogerla y notaste tus dedos atravesando un espejismo, me abrazas hasta soltar los botones de mis ojos.
 Y no puedo evitar pensar que es porque no te queda otro remedio.
Cada vez que acariciabas las telas de mi cuerpo, los pliegues de mi vestido, el plástico de mis ojos, veía tu pupila brillar, y te culpaste por ello. Rompiste la porcelana de mi piel, arrancando el algodón de mis entrañas, y te culpaste por ello. Sin embargo, las palabras cesaron, y volvió el espejismo. 
Y cuando tu propia realidad te convirtió en muñeco, te tiró a la basura junto a tus ahora rotas palabras.
Viniste a mí, al almacén ocupado por ratas y cucarachas, gateando y entre lloros escondidos por una seguridad antinatural.
¿Qué demonios te pensabas?
¿Creías que no era más que un objeto de segunda, creyente a ciegas de cuentos y poesía barata?
¿Creías que las grietas de mi piel no eran más que una pintura?
Cualquier otra muñeca habría tirado por tierra a un soldadito de plomo con la lanza ensangrentada.
Y a veces, me pregunto por qué yo no lo hice. Quizá tras varias noches me sintiera relucir con mis rizos recién crecidos, pero… ¿y las noches de luna nueva en las que el griterío estallaba mi garganta? 
Mi tráquea agoniza mientras el aire quema. Si tu realidad hubiera seguido su farsa, mis pliegues seguirían rotos, y no importaría. No significaría nada. Y todo por la cabezonería de un bohemio mal escrito; inseguridad, cobardía, agujas en la médula que aguantar un maldecir. Incapaz de abandonar una ilusión, una mentira; un juguete, una mera piedra del camino. 
Sentimentalmente culpable, miedica e incapaz de actuar, un pésimo coleccionista de ilusiones incapaz de distinguirlas de sueños.
Otro temor más a la lista, y otro resentimiento.
¿Y yo? Una muñeca. Que abandonó a su primera niña. Que se despidió de las cosas más bellas que Dios mismo creó en su momento, aquellas angelicales figuras, por ir con algo distinto.
Pagada con distantes cuchillos en el pecho, en vez de un abrazo en casa. Pagada con la preferencia de una mentira, de un juguete con maquillaje corrido y sonrisa falsa a una inocencia de rota porcelana.
Pagada con un desprecio. 
Y el pasado vuelve, y volverá siempre. Hoy soy yo, mañana ¿quién? ¿Con qué romperás mi porcelana de nuevo? ¿Qué hilos tendré que usar para volver a coserme mis tripas?
¿Hasta qué punto puedo confiar?

sábado, 18 de mayo de 2013

:. Santa Ana .: (III)


Querida Santa Ana, que entre escarchas y diferencias aniquila un futuro incierto: 

En grietas de cartón escribo con sangre las memorias que mi alma, retorcida y nauseabunda, empezaría a redactar en las oscuridades de Londres. 
Es cierto que no todo es fácil en los tiempos que corren. Posiblemente, nunca lo haya sido, independientemente del año que apareciera el día uno en miles de pancartas y corazones de neón. Sin embargo, las mentes soñadoras, los bohemios artistas de gorra caliente bajo un edredón recién planchado, en sus mejores años de fugaz juventud, deciden cerrar los ojos al mirar al cielo. ¿Para qué? Saben que las nubes se fugaron hace milenios, y que las estrellas han ido muriendo y cayéndose al mar con el paso de los humos. Los pájaros ya no pían, sino que sus picos se desprenden de sus cabezas, tallando heridas en los ahora grises árboles. Las hojas se suicidan lentamente en el paso entre estaciones. El azul se tornó negro, devorando el resto del arcoíris. Y las aguas del mar nunca más serán cristalinas, y las profundidades seguirán por el resto de los tiempos inalcanzables.
Y, sabiéndolo, cierran los ojos antes de alzar la cabeza. ¿Tanto temen la realidad presente que intentan… desplazarla en el tiempo? 
Es absurdo. Está claro que la absoluta comodidad no es eterna, y que ésta no simboliza, ni mucho menos, un estado de felicidad realmente trascendente. Se vuelve su más absoluta prisión, durante años; un riguroso e inconsciente control lidera de un lado a otro sus vidas, sus pensamientos, sus ideales e ideas. Tienen una visión demasiado concreta, exacta, restringente de toda realidad que se pueda presentar ante sus ojos. Al negarse la vista, sólo pueden tocarla y sonreír. Pensando que es su visión, que es su vida. Que las cosas irán bien. Que todo cambiará, y que ellos, por ser ellos, verán las cosas de otra manera. 
Que, de alguna forma, son distintos al resto.
Pero realmente son más iguales entre sí de lo que alguna vez admitirían, en sus probablemente cortas vidas adornadas de gotas de alcohol. Porque, Santa Ana, te juro por cada gota de sangre tatuada en este fino y agonizante cartón, en este lúgubre callejón londinense lleno de niebla y gritos, adornado por las gritonas y celestiales voces de las niñas escondidas bajo las baldosas… que toda esa panda de críos no es más que el oscuro reflejo de la misma. 
Cada uno de ellos no es otra cosa que el espejo de cada otro. Tienen exactamente las mismas ideas, los mismos sueños, los mismos ideales, los mismos valores… y el mismo sentimiento de originalidad y diferencia entre sí. Se miran y se ríen los unos de los otros, sin darse cuenta de las burlas que se están haciendo a sus identidades. No se dan cuenta de que son muñecos en un estante, con el plástico teñido de negro. No pueden mirar afuera, y cierran los ojos. No pueden mirarse entre sí, y ríen. Se tratan como objetos, se dan un valor, dependiendo de sus “capacidades”, “cualidades”, como queramos llamarlo… y efectúan trueques, intercambios, con el resto de los juguetes, usándose como moneda. A ellos mismos. Su cerebro, su físico. Un todo en un nada. Una cara copia de unos ideales baratos. 
Y así van, despreciándose entre ellos; despreciando su propia esencia, su reflejo. Y miran hacia dentro con los huecos ojos con los que miran a ese muerto cielo, imaginándose una estela de colores y estrellas saltando. Aferrándose a las cadenas de esa demente comodidad. A sus ideas, a sus sueños, a sus talentos.
Aferrándose al resto, de una u otra manera.
Y mi cabeza da vueltas, y la sangre se congela por los vientos del norte. Mi mano está pálida, fría, marcada. Su pulso tiembla, y el cartón fenece ante la humedad.
Quizá le dé demasiadas vueltas. Quizá el alcohol me afecte. Quizá la acera no sea tan cálida como yo recordaba. 

miércoles, 15 de mayo de 2013

:. Santa Ana .: (II)


Querida Santa Ana, cuya bilis ahogó los recuerdos del muerto y pútrido otoño:

La luz del sol baña el huérfano árbol, y sus hojas ya son adultas. El verano devoró a la primavera, y ni siquiera vimos sus huesos caer de las nubes. Ya no existe el nacimiento de la vida ni los débiles rayos de sol. Las lluvias dieron lugar al polen, al calor asfixiante y a un infierno temprano. Las manadas de inconscientes gritan como animales por las calles asfaltadas con restos de agua y nieve. El invierno llora el asesinato de la primavera, y las bestias se regocijan en la violencia de las flores al copular. Las nubes absorben colores, egoístas, para reflejarlos en la puesta de sol. Los jardines susurran a los niños que mueran entre sus lazos para recuperar una infancia de gritos y pétalos quemados. Los muros reflejan una falsa luz de un sol que sonríe por puro compromiso.
Y a todos les encanta la llegada del calor. Y todos dejan de lado sus obligaciones usando como excusa el cielo que les observa, las hojas que caen agotadas, o la infección del aire.
A todos, menos a mí.
La prudencia ha desaparecido, sí, puedo verlo. Los inconscientes juegan fuera, movidos sólo por el exterior; sin ser capaces de pensar. Siguen con su vida fronemófoba, sin mirar más allá. Dejando que el calor esconda las consecuencias. Dejando aflorar sus instintos. Convirtiéndose en los animales que dejaron de ser cuando tú, Santa Ana, te tiraste a aquel pozo de té en mediados de Agosto, cuando el odio era tangible, cuando el odio temía el futuro, recordando un presente autófobo que asesinó a un tiempo ya vivido.
Las flores no hacen más que parir miedos; pero nadie es capaz de verlo, tan ciegos con sus plantas y sus soles, con el sexo y las drogas, como excusas de juventud. Engaños propios a los que llaman amores, y los clasifican como mejor les conviene, dentro de su propia ignorancia.
Cuando no tienen ni idea de a qué se refieren.
No saben que amar es mantener el dolor cerca. Tomar cianuro como si de licor se tratara. Ser valiente a la hora de esconderse. Enfurecerse por la calma tras la tormenta, y calmarse en el propio infierno tras notar quemaduras en la piel. Ser leal a una traición. Tocar la lira en el fuego de la tierra. Apagar agua con brasas, soñando recuerdos. Coserse piel sana para que no huya herida. Encarcelarse en voluntad propia, andando en soledad entre cadáveres. Ser caótico con la más absoluta seguridad. Descansar despierto, despertarse muerto y vivir dormido. El homicidio de la autosuficiencia.
El peor castigo es una bendición, y el mejor regalo es una muerte lenta de la voluntad.
Y las notas musicales desgarran cada músculo. Típico.
Mi amada Santa Ana, hiciste bien en no exponerte nunca a una vida de dependencia.

martes, 14 de mayo de 2013

:. Dejadnos volar .:




No es mi culpa que esos soldados de alas cortadas se os rebelen, ¡todo era cuestión de tiempo, maldita sea! Es normal seguir al corazón en cualquier tipo de cruzada. Es preferible ahogarse en miserias mientras los ánimos  impulsan a salir, que morir en un torrente de riqueza e infelicidad. ¿Por qué demonios no iban a ser compatibles la virtud y el deber? ¿Desde cuándo los cuentos únicamente se quedan en palabras vacías de aliento a los niños? ¿Por qué, entonces, no los retiramos de las estanterías y las llenamos de cientos de prejuicios más? Todo sería más fácil, pero la ética huiría escurridiza y asustada. Sin embargo, ¿qué entendemos por ética? ¿Manipular el libre albedrío de quienes queremos? Porque eso, sombríos señores, no significa ser un humano modelo, ni mucho menos ser un buen apoyo. A cada cual se le da una única, limitada, propia, personal, singular, irrepetible vida para aprovechar o tirar al averno de una u otra forma, como más rabia dé, o como peor nos pese; lo que sea. Sin embargo, el hecho de que una vida haya sido infructuosa no da el derecho de destrozar las ajenas, más jóvenes, “de creación propia”, intentando obtener una segunda oportunidad a partir de ellos. 

Dejad libres a las hojas, no las atéis como a los soldados que ni son ni fueron. Hablamos de futuro, pero ¿qué es realmente el futuro? ¿Un camino trazado a seguir con total seguridad? Por favor, ridiculeces a otra parte. El libre albedrío implica errores, sufrimiento, dificultades. Implica una lucha interna y externa que ni el mismo Homero podría haber descrito con exactitud. Sin embargo, son errores propios, sufrimiento propio, dificultades a superar; incentivos a crecer, a madurar. A formar. Son el precio a pagar por ser verdaderamente alguien.

Ahora, ¿quiénes se suponen que sois vosotros para frenar esa construcción? Prejuicios y más prejuicios. Miles de almas destinadas al fracaso, por vuestra culpa. Por usar sus inseguridades contra ellos y disfrazar mandatos de sugerencias. Por alimentar al sistema que tanto criticáis, sin intentar cambiar absolutamente nada, sin intentar desinfectar al país que se supone que amamos y que debemos levantar. Todo resentimiento, ideas preconcebidas. Tradición, tradición y tradición. Ser incapaces de mirar más allá, aferrándonos a lo más cómodo. A lo ya conocido. ¡Sin echarle un vistazo al futuro, sólo al corto plazo!
Y decís que lo dais todo, que queréis como nadie, que la felicidad debería ser evidente por toda la riqueza, la riqueza, lo material, el dinero, la comodidad… todas esas cosas que volvimos necesidad cuando en realidad no lo eran. Todo, cuando matamos a Dios para poner al dinero en su lugar. Para anteponer esa buena vida a la vida buena que deberíamos buscar. 

Ruido, ruido, ruido. ¿Para qué pensar? Dejarse llevar por el sistema. 

"Sé médico. Sé ingeniero. Sé abogado. No te vayas al extranjero. Ve a la universidad. ¿Otros estudios? Son para pobres, perroflautas, ingenuos sin futuro. ¿Artes? Vas a morirte de hambre. Úsalas como pasatiempo. Dedícate a cosas importantes, serias, trabajos de verdad."

¿Cuántas veces se oye esto en nuestra sociedad?
¿Cuántas veces intenta alguien remediarlo?

Id a por vuestra vida y agarradla. Sed dibujantes. Sed cineastas. Sed biólogos. Sed profesores. Sed reporteros. Sed periodistas. Sed médicos. Sed ingenieros. Sed abogados. No seáis universitarios si no os veis en una facultad. Idos al extranjero si queréis.

Sed vosotros. Sed libres.

Que nadie os quite el derecho a moldear vuestra vida.

:.Carolina.:




Una pequeña carolina
pía a lo lejos en la noche.
Mal con enfermizo reproche
deja pasar al muerto sol.
Dime, pequeña ave rizada,
qué se siente al ser un recuerdo;
en qué clase de enfermo acuerdo
ahogaste tus lloros de alcohol.

¿En qué clase de plumas limpias
tus llantos de horchata con muerte,
en los que ahogaste a buena suerte
al echar por tierra tu don?
Dime, pequeña ave rizada,
lo que en tu cabeza rondaba
mientras tu música sonaba
arrancándome el corazón.

La ciudad inunda con ruidos
las calles de lágrimas rotas
que nunca más caerán en gotas
por la pared de tu balcón.
Dime, pequeña ave rizada,
por qué sigues en grises calles,
devorada por los detalles
de tu maldita habitación.

A lo lejos veo una estrella
ignorante de su camino.
Envuelta en el velo asesino
la noche le impide gritar.
Dime, pequeña ave rizada,
qué otro mundo has conquistado,
o si al final has olvidado
qué hay que decir al amar.

:. Que nunca venga .:



Posiblemente, lo más difícil de morir sea mantener el cuerpo en tan lúgubre circunstancia.
Secar los pulmones tras arrancarse la nariz y desenchufar la tráquea, expulsándola por la espalda o el pecho.
Parar el corazón bloqueando el marcapasos con una gota de petróleo; hacerlo salir entre vísceras y granates.
Seguir apretando las venas, sin que la sangre se convierta en hielo; que caiga lentamente alimentando el suelo. Que su esencia se funda con la tierra y abandone el cuerpo.
Seguir con los ojos abiertos mientras las tijeras arrancan el iris, para que la Muerte sea incapaz de mirar a la cara. Para que nunca más muestre qué clase de falsa belleza podría perderse.
Ahogar la voz antes de que logre echar al alma del sucio contenedor, antes de que el fantasma huya y busca otro cuerpo. Que muera junto a su trampa, que no vuelva a salir.
Desgarrarse la garganta para introducir las pastillas y el vodka que la boca se niega a ingerir, que el cuerpo se niega a concebir e incubar en su interior.
Morderse la lengua para ahogarse con horchata y lágrimas, y tragar, tragar, para que conozcan al alcohol y los charcos de recuerdos.
Abrirse las piernas y el vientre para arrancarse aquellos mecanismos de vida. No querer engendrar a un ser como uno mismo, para evitarle tantos problemas a la hora de morir.
Arquear la espalda y agarrarse la nuca, para clavar las garras y escarbar con las manos hasta la columna, intentando desenvainarla como la mejor espada que jamás nadie haya tenido en su miserable existencia.
Arrancarse las uñas una a una con los dientes, para que tras el trabajo nunca vuelvan a ser útiles, ni intenten, siquiera piensen, en remediar lo que han hecho. Observar las pequeñas culebras sangrantes de los dedos revolotear por los huecos.
No poder sonreír al vomitar permanentemente.
Quedar en el suelo, o contra la pared, o incluso contra la cama y tapado con cualquier tipo de ilusión, sueño, o verdad. Un criterio, una certeza, una realidad falsa que nunca más quiso cumplirse.
Mirar al cielo, esperando ver a Dios.
Y que nunca aparezca porque nunca estuvo para ti.
Cerrar los ojos huecos, y que Ella venga. Que agarre la carne descosida y las tiras de piel que aún queda, o el pelo teñido de rojo y blanco, o la destrozada garganta, nido de gusanos.
Y que, con un chasquido, lo haga desaparecer.
Despertar en la cama. Un gato a los pies. Un despertador gritando un nombre. Las luces de las farolas se niegan a darle el visto bueno al día, de madrugada. Mirarse las manos, y poder ver. Verse las uñas, en su sitio. Tocar la garganta, entera. Respirar. Tragar saliva. Notar el vientre abultado y la espalda sostenida.
Romper a llorar irremediablemente, porque el Infierno nunca fue tan real.

jueves, 9 de mayo de 2013

:. Santa Ana .: (I)


Querida Santa Ana, que en paz descanse y a quien tierra trague:

Las luces de mi ventana no han hecho más que marchitar las hojas de la noche con sus cálidos y violentos tonos. El aire nunca hizo más que posponer la llegada de la luna. Ese árbol, el que siempre está mirando hacia mi habitación, el que siempre atrae a los gatos a los balcones y a las palomas a las persianas, no ha parado de llorar desde que volví. Se caen sus hojas en mitad de la primavera, disculpándose por no ser flores. Disculpándose por ser como debían ser desde el inicio. Sintiendo pena por un cambio que arreglan con su irremediable suicidio.
Y yo, lejos de intentar hablar con el árbol, sólo puedo mirarlo y pensar. La farola que le acompaña no deja de parpadear, negándose a ver la caída de las hojas. Negándose a darles esa luz que, según ellas, no merecen.
Y en lo más profundo de mi garganta noto un llanto prisionero cada vez que esas hojas se mueven. Cada vez que la luz parpadea. Cada vez que debo apartarme el pelo de la frente y dejarlo tras mi oreja.
Mis manos tiemblan mientras mis uñas se arrancan el esmalte a tiras, intentando arrancarse a sí mismas y a la carne que protegen. Mis dientes aprisionan mi labio inferior tratando de perforarlo y devorar su jugo. Y mis ojos… ¿qué más habrá que decir? Se fijan en las hojas e intentan caer con ellas, pero sólo las pestañas que tan fielmente tratan de cuidarlos cada noche de luna nueva siguen el lúgubre camino.
Ellos se cierran, temerosos de la muerte. Y mis suspiros chocan contra el suelo, mientras las lágrimas se niegan a salir para avanzar por dentro, hasta la garganta. Y se refugian en el llanto, para nunca ver la luz asesina.
Y yo me pregunto, querida Santa Ana, cuyos días acabaron en las lluviosas tardes de Junio, adornadas por la humedad y el frío, adornadas por retazos y trizas de una fría conversación que mudó a nortes mejores… ¿es eso lo que a mí me espera?
¿Seré una presencia a observar, un suicidio a soportar? ¿Una presencia triste, deprimida, desesperada con una gélida calma que nunca querrá marcharse?
¿No será mi recuerdo más que un fragmento de una vida? ¿Una vida encerrada incapaz de encontrar un sosiego en los rincones de su celda?
Estoy vacío. De fe. De voluntad. De sueños.
Siento que los reflejos de los cristales no hacen más que engañarme, más que intentar hacerme creer en puras emociones sin base ni fundamento. Una sensación de espera inacabable por puro respeto, un silencio a lo largo del pasillo del casillo en el que habito, las burlonas sombras que sin hacer un solo ruido van y vienen, nacen y mueren… ¿por qué pretendo creer más allá de ello? ¿Qué más colores me podría deparar esta existencia, en los que apenas tengo fuerzas para hablar? ¿Para qué sirve hacer nada de lo que tengo planeado, de lo que alguna vez soñé, de lo que alguna vez yo mismo aconsejé a cualquier ser ajeno a mi circunstancia?
Quizá la vida no sea lo que espero. Quizá no fuera lo que esperaran las hojas de ese árbol vigía, ni de esa luz que lucha por apagarse, ni de esa luna que me niega su presencia una noche tras otra. Quizá la vida no sea más que dolor y agonía.
Y quizá el intentar perdurarla no sea más que una idiotez.