No es mi culpa que esos soldados de alas cortadas se os rebelen, ¡todo era cuestión de tiempo, maldita sea! Es normal seguir al corazón en cualquier tipo de cruzada. Es preferible ahogarse en miserias mientras los ánimos impulsan a salir, que morir en un torrente de riqueza e infelicidad. ¿Por qué demonios no iban a ser compatibles la virtud y el deber? ¿Desde cuándo los cuentos únicamente se quedan en palabras vacías de aliento a los niños? ¿Por qué, entonces, no los retiramos de las estanterías y las llenamos de cientos de prejuicios más? Todo sería más fácil, pero la ética huiría escurridiza y asustada. Sin embargo, ¿qué entendemos por ética? ¿Manipular el libre albedrío de quienes queremos? Porque eso, sombríos señores, no significa ser un humano modelo, ni mucho menos ser un buen apoyo. A cada cual se le da una única, limitada, propia, personal, singular, irrepetible vida para aprovechar o tirar al averno de una u otra forma, como más rabia dé, o como peor nos pese; lo que sea. Sin embargo, el hecho de que una vida haya sido infructuosa no da el derecho de destrozar las ajenas, más jóvenes, “de creación propia”, intentando obtener una segunda oportunidad a partir de ellos.
Dejad libres a las hojas, no las atéis como a los soldados que ni son ni fueron. Hablamos de futuro, pero ¿qué es realmente el futuro? ¿Un camino trazado a seguir con total seguridad? Por favor, ridiculeces a otra parte. El libre albedrío implica errores, sufrimiento, dificultades. Implica una lucha interna y externa que ni el mismo Homero podría haber descrito con exactitud. Sin embargo, son errores propios, sufrimiento propio, dificultades a superar; incentivos a crecer, a madurar. A formar. Son el precio a pagar por ser verdaderamente alguien.
Ahora, ¿quiénes se suponen que sois vosotros para frenar esa construcción? Prejuicios y más prejuicios. Miles de almas destinadas al fracaso, por vuestra culpa. Por usar sus inseguridades contra ellos y disfrazar mandatos de sugerencias. Por alimentar al sistema que tanto criticáis, sin intentar cambiar absolutamente nada, sin intentar desinfectar al país que se supone que amamos y que debemos levantar. Todo resentimiento, ideas preconcebidas. Tradición, tradición y tradición. Ser incapaces de mirar más allá, aferrándonos a lo más cómodo. A lo ya conocido. ¡Sin echarle un vistazo al futuro, sólo al corto plazo!
Y decís que lo dais todo, que queréis como nadie, que la felicidad debería ser evidente por toda la riqueza, la riqueza, lo material, el dinero, la comodidad… todas esas cosas que volvimos necesidad cuando en realidad no lo eran. Todo, cuando matamos a Dios para poner al dinero en su lugar. Para anteponer esa buena vida a la vida buena que deberíamos buscar.
Ruido, ruido, ruido. ¿Para qué pensar? Dejarse llevar por el sistema.
"Sé médico. Sé ingeniero. Sé abogado. No te vayas al extranjero. Ve a la universidad. ¿Otros estudios? Son para pobres, perroflautas, ingenuos sin futuro. ¿Artes? Vas a morirte de hambre. Úsalas como pasatiempo. Dedícate a cosas importantes, serias, trabajos de verdad."
¿Cuántas veces se oye esto en nuestra sociedad?
¿Cuántas veces intenta alguien remediarlo?
Id a por vuestra vida y agarradla. Sed dibujantes. Sed cineastas. Sed biólogos. Sed profesores. Sed reporteros. Sed periodistas. Sed médicos. Sed ingenieros. Sed abogados. No seáis universitarios si no os veis en una facultad. Idos al extranjero si queréis.
Sed vosotros. Sed libres.
Que nadie os quite el derecho a moldear vuestra vida.
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