jueves, 18 de julio de 2013

: ... pero la quieren :


Cuando la niña era pequeña, rara vez había algo que intentara arrancarle una sonrisa, por mucho que se dijera lo contrario.
Es cierto que mamá siempre le compraba los vestidos con más flores y colores que era capaz de conseguir, al igual que es cierto que papá siempre le dejaba servir en las mesas del bar cuando de repente intentaba ayudar y que su hermano le enseñaba todos los tazos que iba consiguiendo, todas las cartas que le tocaban en los brillantes sobres de los quiscos. 
Es cierto que no se quejaba a la hora de ir a clase, pese a las malas miradas de los otros niños y a los reproches de la profesora – pese a todas las ceras de colores que misteriosamente desaparecían en manos ajenas cuando intentaba usarlas, o a los “no puedes jugar” que salían en tono burlón de esas infantiles tráqueas. 
Es cierto que nunca le importó inventarme ilusiones con tal de contentar a sus padres. A fin
de cuentas, el ser mayor quedaba demasiado lejos como para preocuparse por ello, y siempre se ponían muy contentos cuando hablaba de ser algo de lo que no tenía ni idea.

Pero vino el futuro y ¿qué fue de todo eso?

Mamá pensó que con los vestidos era suficiente, y trató de convencerle de lo que ella pensaba aunque la niña no fuera igual – los intercambios de opinión fueron en vano y los prejuicios se apoderaron de sus ojos con un ímpetu sobrehumano. ¡Es imposible que la niña crezca; siempre será igual, y siempre será tratada de la misma manera! Nunca estará sola cuando lo necesite, porque seguro que son todo tonterías que con insistencias se irán a pique. Las cosas que piense e intente comentar serán ignoradas y reprendidas, porque ninguna tiene coherencia ante los cansados oídos de una madre trabajadora. La felicidad se compra, y eso hay que agradecerlo. Nunca hay que hacer lo que no se vea bien, aunque ello signifique la realización personal, porque ¡sigue siendo una niña que no sabe nada! ¡Ya se dará cuenta en el futuro de lo que tiene que hacer, porque habrá un jefe que se lo diga, aparte de una madre que le recuerde sus errores! No hay que dejarla madurar – hay que vigilarla, hay que cuidarla, ¡nunca dejará el nido, no es seguro, no es sano! ¡No debe estar lejos de mamá! Por esto y por mucho más, la niña deberá quererla más que a nada. 

Papá pensó que ya le había dejado hacer suficientes cosas siendo niña, y cuando creció ¡la sintió muerta! Cuando era más pequeña nunca se alejaba de papá. Era dulce y cariñosa, y le daba la razón en todo porque no entendía nada, ¡como debía hacer, ya que no dejaba de ser una mujer! ¡Así le gustaba a papá! Pero ya no es la tierna flor que conocía, sino una horrenda criatura que ocupa otro cuarto más de la casa. Otra criatura que hace cosas que no quiere que haga. Si mamá no lo ve bien, ¿por qué iba a verlo papá bien? Y para que mamá descanse, hará por duplicado los deberes hogareños. Si mamá mete un grito, papá dará cuatro. Y seguirá buscando a la antigua niña hasta que su puerta se rompa de tantos golpes y su voz se quiebre ante las inútiles explicaciones. Pero, un momento. Si esa criatura se va de su lado, ¿para qué va a servir todo? No debe irse. Debe estar siempre con papá. Ya sea en cualquier cuarto de la casa, ya sea llamando, ya sea en la calle. Por esto y por mucho más, la niña deberá quererle más que a nada. 

El hermano pensó que ya le había prestado suficiente atención a la niña. Total, era pequeña. Un estorbo, un parásito. Mientras fuera así de enana, debía ignorarla y hacer su vida tanto dentro como fuera de la casa. Como si estuviera él solo. A fin de cuentas, era lo correcto – solamente él importaba. La niña ya importaría cuando tuviera algo más de edad y fuera más consciente de lo que ocurría alrededor. Ni que cualquier cosa que le pasara ahí la marcara luego. En absoluto. Sin embargo, cuando creciera, estaría solo para las risas. ¡Para eso sirven las hermanas! Si hacen algo bien, la cosa varía. Si a él también le gusta, una leve felicitación no viene mal. Pero si es ajeno a él, ¿para qué hacer brillar el acierto? ¡A criticarla! A la gente con la que se relaciona. A las cosas que hace o deja de hacer. A lo que piensa de los demás y de sí misma. ¡A criticarla! No se hundirá, no, en absoluto. Sólo se hará más fuerte. A seguir criticándola hasta que sea capaz de rebatirle lo que dices o de ignorarle. Cuanto peor se la vea, peor deben ser las críticas. Si se encierra a llorar, se llama a la puerta y se le recuerda por qué llora. Si desaparece, se la ignora, que ya volverá. Cualquier cosa, a recordarle que es imbécil, y el porqué. Por esto y por mucho más, la niña deberá quererle más que a nada. 

Y día tras día la niña perderá el color y la risa que pudo llegar a tener, y nadie sabrá la razón. Porque todos la quieren más que nada, y debería estar muy a gusto. Y al ver que ese amor familiar no es correspondido por la niña, las actitudes se remarcarán más y más, hasta que una ventana se rompa con un hilo de sangre, un olor a vómito inunde el baño, o que la puerta tenga de repente un nuevo cerrojo.

Y los nervios y la tensión teñirán las paredes de la casa, junto a una leve incomprensión.

¿Por qué pasará esto, si se la quiere más que a nada? 

lunes, 24 de junio de 2013

:.Y no pasó noche.:



No pasó noche en la que, en mi improvisada butaca de metal astillado, no llorara todo lo que perdí con el paso del tiempo, con mis propias decisiones.
No pasó noche en la que, envuelto entre los azufres de mi locura, no limpiara mis pestañas del polvo que dejaste, del polvo que murió con tus gritos.
No pasó noche en la que, quemado por la hoguera de mi boca, no crujiera mis huesos para acomodarme en mi pecado, en mi eterno dolor.
No pasó noche en la que, atacado por recuerdos del sol, no olvidara el odio que mis hermanos alzaron en mi contra, pero por tu orden clara.
No pasó noche en la que, encerrado en mis celdas de tierra y calores, no musitara tu nombre mirando a casa, suplicando tu atención una sola palabra más.

Y juro por todas las luchas que proclamé a tu salud que nunca pasó noche en la que no llorara tu pérdida. 

Que nunca hubo noche en la que mi corazón permaneciera en su sitio, en la que no tuviera que repararlo con saliva y lloros.
Que nunca un planto nacido en mi tráquea fue tan sonoro. 
Que nunca las llamas de mi pecho habían vivido tanto.

Pero eso es el pasado.

Ahora, no pasa noche en la que, sentado en mi trono de rubíes y perlas, no maldiga tu odio con el paso de los siglos, de los hechos.
Ahora, no pasa noche en la que, entre brasas y mi amado azufre, no esparza tu polvo bajo mis pies, recordando dónde debiste permanecer. 
Ahora, no pasa noche en la que, calentando mi sonrisa con la lava de mi error, no cruja mi columna entera para acurrucarme en las mayores satisfacciones.
Ahora, no pasa noche en la que, tras recibir a la luna gentilmente, recuerde todo lo que mis falsos hermanos pusieron en mi contra, todo lo que negaron.
Ahora, no pasa noche en la que, en mi personal suite de magentas y oro, no susurre tu nombre mirando al antiguo hogar, recordando tus promesas ya rotas.

Y juro por el injusto castigo al que me sometiste, por el poder que en su momento debieron haberte arrebatado, y por la fe que hace eones asesiné en lo más profundo de mi alma… que no te odio. 

Que nunca hubo noche en la que un solo rencor aflorara contra ti.
Que nunca una mala palabra te fue dirigida en mi presencia.
Que nunca la ira de mis ojos se fijó en tu nube.

Sólo juro por todas las noches que he vivido bajo almas que nunca volveré a amarte. 

domingo, 23 de junio de 2013

:. Que consejo dieran .:


Si en mis manos yo tuviera
De cristales llave, de luces incoloras,
De señales con crueles pasadas horas
Que ante vidrieras de llanto fumadoras
En verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Distinguir mi arrancado azulejo.

Si en mis manos yo tuviera
De grietas aguja, de vidrios hilos,
En venas fugaces de orgullos tranquilos
Para amores capaces por rotos filos
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Emborrar la verdad del reflejo.

Si en mis manos yo tuviera
De planto sílabas, de temblor prudencia,
Del canto mudo en baño encerrado conciencia,
De muecas borrosas por apariencia
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Desoír el grito de complejo.

Y si en mis manos yo tuviera
Más vida y menos licor en piel transparente,
Un ansia perdida del mirar de la gente,
Cansancios de hueso fuera en mi mente
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías yo pudiera
Alejar cianuro de mi espejo.

sábado, 22 de junio de 2013

:. El juego .:


Y no sé en qué momento de este profundo tormento
Afloró el pensamiento en tu cabeza,
Rota y poco amueblada,
De la reacción por pasado encadenada.
Igual de maldita que esperada,
de nada teñida y de tintes marcada,
De infame mugre muerta e impregnada,
en un solo movimiento.
De un cuerpo roto por un pesar violento,
tras un pensar atento y un besar sediento.
De un mordaz instrumento como es el
cantar contento de una voz extrañada
y hablada en un lamento.
Y no sé en qué momento de tu fugaz remordimiento
Afloró el juramento en tu pupila,
Inundada de agua fuerte y salada,
De rescatar un corazón de costumbres marcadas.
Actitud escuchada de nombre polvoriento,
Basada en cercada falta de conocimiento,
Guiada y engendrada en mero experimento.
No te echo en cara tu visión cortada
De una realidad marcada por inconsciente sufrimiento,
Ya que como sabrás por las horas contadas,
Por cada minuto besadas y firmadas con aliento,
Yo tampoco me arrepiento.

lunes, 10 de junio de 2013

:. Tu sombra .:


Cuando vuelvas en gritos tu miedo
Y en astillas tu tráquea rota,
Cuando tu hablar se quede quedo,
Yo seré tu sombra.

Cuando la noche inunde tu cielo
Y la luz en el día se esconda,
Cuando sientas de tu nube anhelo,
Yo seré tu sombra.

Cuando abraces tu almohada con fuegos
O con tu lágrima clara y roja,
Cuando tus labios queden ciegos,
Yo seré tu sombra.

Cuando maldigas la pena y fortuna
Y manen arañas por tu ropa,
Cuando de ti se esconda la luna,
Yo seré tu sombra.

Cuando supliques mordiendo la piel,
De tus dedos de uña sola,
Por una estrella que sea fiel,
Yo seré tu sombra.

Cuando gires tu ojos al techo,
Buscando grieta clara y poca,
Cuando los cierres por despecho
Yo seré tu sombra.

Cuando tu piel en témpano convertida
Asome por el pliegue y la viola,
Para que encuentre su salida
Yo seré tu sombra.

Cuando tus brazos abran temblando
Y sientas la caricia cuprosa,
Cuando en pecho los sientas callando,
Yo seré tu sombra.

Cuando tu frente mi mano roce
Y tu alma mi gota coja,
Cuando de una pase a doce,
Yo seré tu sombra.

Cuando la noche calle en calles
De amor por esquina y coma,
Cuando ojos olviden detalles,
Yo seré tu sombra. 

Y cuando respires aire muerto
Sobre mí, invisible ladrona,
Bien sabrás cómo es cierto
que yo seré tu sombra.

sábado, 1 de junio de 2013

:. Soneto (I) .:


Quizá no entendieras tú mi sonrisa,
O quizá no fuera buena expresión;
O puede que fuera tu corazón
Quien delatara tu sangre indecisa.

Relaja el pecho, y calma tu prisa,
Y a tu corbata déjame un tirón.
Deja de vigilar la habitación,
Dame tu piel al quitar tu camisa.

No finjas, niño, falsa timidez
Cuando mi muerta inocencia comparte
Esa ingrata y cobarde madurez.

Sabes que sólo es culpa mía en parte,
Culpa de niña, pequeña idiotez
Que se rebela y desvela al amarte. 

jueves, 30 de mayo de 2013

:. Diario de una realidad rota .:



En el centro de un arco capaz, la cúpula de la razón me impide la salida. No puedo acercarme a la mediatriz, no quiero morir.
Me dedicas a mí las mismas palabras que en su día me arrebataste. La cúpula sigue encerrándome, insensible, e ignora mis gritos.
Preferiste borrar lo que había pasado. 
No te culpo. No soy la mejor muñeca de la tienda. Mi porcelana se rompe impregnando las paredes de agua escarchada, y la silicona de mis ojos se derrite manchando el parqué. Mis vestidos son de restos de tela vaquera, ennegrecida por el humo. Y mis zapatitos se rompen, soltándome las piernas.
Pero yo era una muñeca real. Podías deslizar tus dedos sobre mis costuras hasta abrazarme en las noches de luna nueva, cuando los niños sedientos gritan por las calles de Madrid, buscando almas a encerrar en sus tumbas. Quizá hubiera sido el aliento a escuchar en las mañanas de hojas secas. Quizá, si el algodón dejara el frío el lado y quemara los hilos.
¿Por qué dedicaste tu tiempo a mirar un escaparate vacío con un anuncio roto y quemado?
Y me lo recordabas, mientras desenredabas mis cabellos de plástico desteñido. Me lo recordabas al visitarme a mi cárcel, con el resto de bestias de algodón. Me lo recordabas tras sonreír y jugar con las telas de mi falda. Tras la atención y las risas, hablabas de la muñeca perfecta. 
La muñeca que nunca existió.
Y ahora que fuiste a cogerla y notaste tus dedos atravesando un espejismo, me abrazas hasta soltar los botones de mis ojos.
 Y no puedo evitar pensar que es porque no te queda otro remedio.
Cada vez que acariciabas las telas de mi cuerpo, los pliegues de mi vestido, el plástico de mis ojos, veía tu pupila brillar, y te culpaste por ello. Rompiste la porcelana de mi piel, arrancando el algodón de mis entrañas, y te culpaste por ello. Sin embargo, las palabras cesaron, y volvió el espejismo. 
Y cuando tu propia realidad te convirtió en muñeco, te tiró a la basura junto a tus ahora rotas palabras.
Viniste a mí, al almacén ocupado por ratas y cucarachas, gateando y entre lloros escondidos por una seguridad antinatural.
¿Qué demonios te pensabas?
¿Creías que no era más que un objeto de segunda, creyente a ciegas de cuentos y poesía barata?
¿Creías que las grietas de mi piel no eran más que una pintura?
Cualquier otra muñeca habría tirado por tierra a un soldadito de plomo con la lanza ensangrentada.
Y a veces, me pregunto por qué yo no lo hice. Quizá tras varias noches me sintiera relucir con mis rizos recién crecidos, pero… ¿y las noches de luna nueva en las que el griterío estallaba mi garganta? 
Mi tráquea agoniza mientras el aire quema. Si tu realidad hubiera seguido su farsa, mis pliegues seguirían rotos, y no importaría. No significaría nada. Y todo por la cabezonería de un bohemio mal escrito; inseguridad, cobardía, agujas en la médula que aguantar un maldecir. Incapaz de abandonar una ilusión, una mentira; un juguete, una mera piedra del camino. 
Sentimentalmente culpable, miedica e incapaz de actuar, un pésimo coleccionista de ilusiones incapaz de distinguirlas de sueños.
Otro temor más a la lista, y otro resentimiento.
¿Y yo? Una muñeca. Que abandonó a su primera niña. Que se despidió de las cosas más bellas que Dios mismo creó en su momento, aquellas angelicales figuras, por ir con algo distinto.
Pagada con distantes cuchillos en el pecho, en vez de un abrazo en casa. Pagada con la preferencia de una mentira, de un juguete con maquillaje corrido y sonrisa falsa a una inocencia de rota porcelana.
Pagada con un desprecio. 
Y el pasado vuelve, y volverá siempre. Hoy soy yo, mañana ¿quién? ¿Con qué romperás mi porcelana de nuevo? ¿Qué hilos tendré que usar para volver a coserme mis tripas?
¿Hasta qué punto puedo confiar?