viernes, 30 de agosto de 2013

:. El principio del fin .:



De mi celda las paredes
No tienen por qué aguantar
Tus huellas si retrocedes,
Ni ahogado clamor chillar;
Pues por tus ojos accedes
A en olvido recordar,
A en recuerdo estar herido
Y a mi herida silenciar.
De tus labios ya ha venido
Un susurro al acallar
Todo llanto en muerte unido,
Toda vida a conocer;
Por tu mente improvisada
Cortesía a su placer,
Alabanza entrecortada
Y mojada en su poder.
Cada nota recordada,
Entre pechos de mujer;
Cada mirar tembloroso
Al no saber lo que hacer.
Pero tu instinto curioso
En fantasía ideal
Paró su gesto nervioso
Y la tela dio igual.
Labios en función marchaban
Ignorando su moral,
Ignorándose notaban
Movimiento musical
Cuando las horas pasaban
Una a una a la señal,
Cuando el tiempo en paz moría
Al encontrar vida afín;
Labios en rojo teñía
La sonrisa del carmín
Que algún día fue o sería
Destrozo de algún serrín.
Sueños en almohada rota
Sin alcohol de botellín.
Ya de amor y calor brota
El principio de su fin.

:. El roce del tiempo .:


 Y a día de hoy todavía
no comprendo
cómo cupo tanto
latido en corazón
tan pequeño.

Las agujas del reloj
marcaban el roce 
de tus manos
con su compás.

Suaves,
frías,
avanzando por cada centímetro
de piel
al ritmo del tiempo en su morir.

Cada segundo pesaba
en mi carne;
 cada caricia de tus dientes helaba
mi sangre
en su dulce infierno.

Cada uno de mis suspiros
besaba
tus gruñidos,
como nosotros al roce
del suelo
bajo mi espalda.

Cada una de tus uñas trazaba
 una media luna
en el lienzo de mi cuerpo,
y cada una de tus pestañas
apartaba el calor
de mi boca
ante la lucha
contra el instinto.

Nunca olvidaré
un solo beso tuyo
bajo las luces
de treinta ciudades,

Bajos las luces de
esos ojos,
de esa pura
cafeína.

Nunca olvidaré
una sola de tus palabras
al volver del abismo,
Al jugar como
niños
inconscientes,
como el amargo destino
de tus labios.

No podré olvidar
cada noche en vela
 ahogada por
 los sollozos
de mis falsos sueños;

La luna nunca dejó
de mirar cuando se rompió
mi tráquea,
cuando mis gritos
 suplicaban al reloj
por su compás.

Por el roce 
de tus manos.

Por el tiempo que
vive
cuando moriste
 a mi lado.

viernes, 23 de agosto de 2013

:. Luciérnagas .:


Luciérnagas, como espectadoras frente a la ventana de cristales negros. 
¿Llegó a abrirse alguna vez, aun en tiempos de azul claro y calmo? No lo sabían. Mares de tiempo habrían perdido en los últimos veranos intentando agrietar la cerradura; suspiros de insecto intentando forzarla con las maltratadas patitas, por primera vez. 
Las estrellas iluminaban su intento de crimen, observando sin interrumpir. La luna se escondía entre las nubes, haciendo oídos sordos a la naturaleza de la que nunca más se entendía.
El mar traía consigo restos de pólvora de las ciudades vecinas. Las luces que antaño brillaran en el cielo se habrían escondido para no volver, para no ayudar; para ser restos tranquilos, pero restos.
Una pata cedió. Una luciérnaga empezó a llorar mientras cristales brotaban de su herida. Las demás observaban la cerradura, con aquel trozo de miembro incrustado. Parecía una palanca mal diseñada, una pobre polea de hace dos siglos. 
A pesar de los gritos, sus compañeras agarraron a la pequeña herida, y marcharon. La luna salió de entre las nubes ante el alboroto, y las estrellas se apagaron poco a poco; nada más tendrían que hacer este verano. 
Quizá volvieran al siguiente, o quizá no.
La ventana observó indiferente aquel mustio palo que ayer sujetara un sueño.  

jueves, 18 de julio de 2013

: ... pero la quieren :


Cuando la niña era pequeña, rara vez había algo que intentara arrancarle una sonrisa, por mucho que se dijera lo contrario.
Es cierto que mamá siempre le compraba los vestidos con más flores y colores que era capaz de conseguir, al igual que es cierto que papá siempre le dejaba servir en las mesas del bar cuando de repente intentaba ayudar y que su hermano le enseñaba todos los tazos que iba consiguiendo, todas las cartas que le tocaban en los brillantes sobres de los quiscos. 
Es cierto que no se quejaba a la hora de ir a clase, pese a las malas miradas de los otros niños y a los reproches de la profesora – pese a todas las ceras de colores que misteriosamente desaparecían en manos ajenas cuando intentaba usarlas, o a los “no puedes jugar” que salían en tono burlón de esas infantiles tráqueas. 
Es cierto que nunca le importó inventarme ilusiones con tal de contentar a sus padres. A fin
de cuentas, el ser mayor quedaba demasiado lejos como para preocuparse por ello, y siempre se ponían muy contentos cuando hablaba de ser algo de lo que no tenía ni idea.

Pero vino el futuro y ¿qué fue de todo eso?

Mamá pensó que con los vestidos era suficiente, y trató de convencerle de lo que ella pensaba aunque la niña no fuera igual – los intercambios de opinión fueron en vano y los prejuicios se apoderaron de sus ojos con un ímpetu sobrehumano. ¡Es imposible que la niña crezca; siempre será igual, y siempre será tratada de la misma manera! Nunca estará sola cuando lo necesite, porque seguro que son todo tonterías que con insistencias se irán a pique. Las cosas que piense e intente comentar serán ignoradas y reprendidas, porque ninguna tiene coherencia ante los cansados oídos de una madre trabajadora. La felicidad se compra, y eso hay que agradecerlo. Nunca hay que hacer lo que no se vea bien, aunque ello signifique la realización personal, porque ¡sigue siendo una niña que no sabe nada! ¡Ya se dará cuenta en el futuro de lo que tiene que hacer, porque habrá un jefe que se lo diga, aparte de una madre que le recuerde sus errores! No hay que dejarla madurar – hay que vigilarla, hay que cuidarla, ¡nunca dejará el nido, no es seguro, no es sano! ¡No debe estar lejos de mamá! Por esto y por mucho más, la niña deberá quererla más que a nada. 

Papá pensó que ya le había dejado hacer suficientes cosas siendo niña, y cuando creció ¡la sintió muerta! Cuando era más pequeña nunca se alejaba de papá. Era dulce y cariñosa, y le daba la razón en todo porque no entendía nada, ¡como debía hacer, ya que no dejaba de ser una mujer! ¡Así le gustaba a papá! Pero ya no es la tierna flor que conocía, sino una horrenda criatura que ocupa otro cuarto más de la casa. Otra criatura que hace cosas que no quiere que haga. Si mamá no lo ve bien, ¿por qué iba a verlo papá bien? Y para que mamá descanse, hará por duplicado los deberes hogareños. Si mamá mete un grito, papá dará cuatro. Y seguirá buscando a la antigua niña hasta que su puerta se rompa de tantos golpes y su voz se quiebre ante las inútiles explicaciones. Pero, un momento. Si esa criatura se va de su lado, ¿para qué va a servir todo? No debe irse. Debe estar siempre con papá. Ya sea en cualquier cuarto de la casa, ya sea llamando, ya sea en la calle. Por esto y por mucho más, la niña deberá quererle más que a nada. 

El hermano pensó que ya le había prestado suficiente atención a la niña. Total, era pequeña. Un estorbo, un parásito. Mientras fuera así de enana, debía ignorarla y hacer su vida tanto dentro como fuera de la casa. Como si estuviera él solo. A fin de cuentas, era lo correcto – solamente él importaba. La niña ya importaría cuando tuviera algo más de edad y fuera más consciente de lo que ocurría alrededor. Ni que cualquier cosa que le pasara ahí la marcara luego. En absoluto. Sin embargo, cuando creciera, estaría solo para las risas. ¡Para eso sirven las hermanas! Si hacen algo bien, la cosa varía. Si a él también le gusta, una leve felicitación no viene mal. Pero si es ajeno a él, ¿para qué hacer brillar el acierto? ¡A criticarla! A la gente con la que se relaciona. A las cosas que hace o deja de hacer. A lo que piensa de los demás y de sí misma. ¡A criticarla! No se hundirá, no, en absoluto. Sólo se hará más fuerte. A seguir criticándola hasta que sea capaz de rebatirle lo que dices o de ignorarle. Cuanto peor se la vea, peor deben ser las críticas. Si se encierra a llorar, se llama a la puerta y se le recuerda por qué llora. Si desaparece, se la ignora, que ya volverá. Cualquier cosa, a recordarle que es imbécil, y el porqué. Por esto y por mucho más, la niña deberá quererle más que a nada. 

Y día tras día la niña perderá el color y la risa que pudo llegar a tener, y nadie sabrá la razón. Porque todos la quieren más que nada, y debería estar muy a gusto. Y al ver que ese amor familiar no es correspondido por la niña, las actitudes se remarcarán más y más, hasta que una ventana se rompa con un hilo de sangre, un olor a vómito inunde el baño, o que la puerta tenga de repente un nuevo cerrojo.

Y los nervios y la tensión teñirán las paredes de la casa, junto a una leve incomprensión.

¿Por qué pasará esto, si se la quiere más que a nada? 

lunes, 24 de junio de 2013

:.Y no pasó noche.:



No pasó noche en la que, en mi improvisada butaca de metal astillado, no llorara todo lo que perdí con el paso del tiempo, con mis propias decisiones.
No pasó noche en la que, envuelto entre los azufres de mi locura, no limpiara mis pestañas del polvo que dejaste, del polvo que murió con tus gritos.
No pasó noche en la que, quemado por la hoguera de mi boca, no crujiera mis huesos para acomodarme en mi pecado, en mi eterno dolor.
No pasó noche en la que, atacado por recuerdos del sol, no olvidara el odio que mis hermanos alzaron en mi contra, pero por tu orden clara.
No pasó noche en la que, encerrado en mis celdas de tierra y calores, no musitara tu nombre mirando a casa, suplicando tu atención una sola palabra más.

Y juro por todas las luchas que proclamé a tu salud que nunca pasó noche en la que no llorara tu pérdida. 

Que nunca hubo noche en la que mi corazón permaneciera en su sitio, en la que no tuviera que repararlo con saliva y lloros.
Que nunca un planto nacido en mi tráquea fue tan sonoro. 
Que nunca las llamas de mi pecho habían vivido tanto.

Pero eso es el pasado.

Ahora, no pasa noche en la que, sentado en mi trono de rubíes y perlas, no maldiga tu odio con el paso de los siglos, de los hechos.
Ahora, no pasa noche en la que, entre brasas y mi amado azufre, no esparza tu polvo bajo mis pies, recordando dónde debiste permanecer. 
Ahora, no pasa noche en la que, calentando mi sonrisa con la lava de mi error, no cruja mi columna entera para acurrucarme en las mayores satisfacciones.
Ahora, no pasa noche en la que, tras recibir a la luna gentilmente, recuerde todo lo que mis falsos hermanos pusieron en mi contra, todo lo que negaron.
Ahora, no pasa noche en la que, en mi personal suite de magentas y oro, no susurre tu nombre mirando al antiguo hogar, recordando tus promesas ya rotas.

Y juro por el injusto castigo al que me sometiste, por el poder que en su momento debieron haberte arrebatado, y por la fe que hace eones asesiné en lo más profundo de mi alma… que no te odio. 

Que nunca hubo noche en la que un solo rencor aflorara contra ti.
Que nunca una mala palabra te fue dirigida en mi presencia.
Que nunca la ira de mis ojos se fijó en tu nube.

Sólo juro por todas las noches que he vivido bajo almas que nunca volveré a amarte. 

domingo, 23 de junio de 2013

:. Que consejo dieran .:


Si en mis manos yo tuviera
De cristales llave, de luces incoloras,
De señales con crueles pasadas horas
Que ante vidrieras de llanto fumadoras
En verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Distinguir mi arrancado azulejo.

Si en mis manos yo tuviera
De grietas aguja, de vidrios hilos,
En venas fugaces de orgullos tranquilos
Para amores capaces por rotos filos
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Emborrar la verdad del reflejo.

Si en mis manos yo tuviera
De planto sílabas, de temblor prudencia,
Del canto mudo en baño encerrado conciencia,
De muecas borrosas por apariencia
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías no pudiera
Desoír el grito de complejo.

Y si en mis manos yo tuviera
Más vida y menos licor en piel transparente,
Un ansia perdida del mirar de la gente,
Cansancios de hueso fuera en mi mente
Que en verso consejo dieran,
Quizá con manos mías yo pudiera
Alejar cianuro de mi espejo.

sábado, 22 de junio de 2013

:. El juego .:


Y no sé en qué momento de este profundo tormento
Afloró el pensamiento en tu cabeza,
Rota y poco amueblada,
De la reacción por pasado encadenada.
Igual de maldita que esperada,
de nada teñida y de tintes marcada,
De infame mugre muerta e impregnada,
en un solo movimiento.
De un cuerpo roto por un pesar violento,
tras un pensar atento y un besar sediento.
De un mordaz instrumento como es el
cantar contento de una voz extrañada
y hablada en un lamento.
Y no sé en qué momento de tu fugaz remordimiento
Afloró el juramento en tu pupila,
Inundada de agua fuerte y salada,
De rescatar un corazón de costumbres marcadas.
Actitud escuchada de nombre polvoriento,
Basada en cercada falta de conocimiento,
Guiada y engendrada en mero experimento.
No te echo en cara tu visión cortada
De una realidad marcada por inconsciente sufrimiento,
Ya que como sabrás por las horas contadas,
Por cada minuto besadas y firmadas con aliento,
Yo tampoco me arrepiento.