miércoles, 26 de marzo de 2014

:. Inferno .:


-No se moleste por mi silencio,
-disculpose, sin contradecir
la curva de sus labios.-
ni se moleste por las virtudes
de las que carezco.
En todos estos años 
de círculo en círculo
me dejé llevar.
Mas por mi honor hecho tumba
en ninguno nunca me 
juzgaron prisionero, 
sino carcelero.
En todos estos años
contrajeron mis venas
el negro veneno de mi cordura;
y la luna se derramó
en mis ojos vacíos
tras los gritos de la luz.
Del jardín brotaron
espinas, vergüenza y pudor,
las armas de mil hombres,
incapaces de vencer a 
uno solo;
y del cielo cayeron ángeles,
de piel sobre hueso y gas,
voces perdidas entre
acero, entre lloros, entre tinta.
De la tierra brotó el miedo,
gritos por las alas
cazadas
a mi espalda,
por la quemadura de la sangre,
del falso hogar, de
la putridez que plasma
mi pecho.
El acero de mis huesos,
el cristal hueco 
de mis entrañas.
La luna aullando mi nombre
para perderlo 
entre tinieblas. 
El agua escondiendo mi reflejo
para no despertar
al Infierno. 
-riose por un momento,
bajando la vista a sus vendas.-
El Infierno. Nombrarlo
como si algo lejano
fuera. Nombrarlo
como si no tuviera
mis huellas en el fuego. 
Nombrarlo como si hubiera 
realmente muerto alguna vez. 
¡Falacias! Y patrañas.

Entrelazando sus dedos, colocose
de nuevo el caído
sus ojos de Judeca.

-¿Falacias? Quizá las tuyas,
quizá las impregnadas en los
muros de mi dominio.
¿Has estado vivo
alguna vez?

-Cada uno de los golpes
es un aliento de vida. 
Y cada una de las voces
muestra su valor en
litros.

-No pensaría yo
con esa cabeza, joven mío.
No volvería tampoco
con esa ilusión.
No es nuestro primer encuentro,
ni bien el último,
por mis recuerdos en tu piel.
Mas, pese a todo, ningún
nombre mostraste nunca.

Alzose la voz hasta el Vestíbulo,
y Caronte pudo escuchar.

-¿Quién eres, en realidad?

Sonrió, y el café de
sus ojos 
derritiose en lava.

-Soy todo lo que queda.
Y lo que nunca morirá. 

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